lunes, 2 de julio de 2007

Mandilones y dinosaurios

El Zancudo
(No mata, pero hace roncha)

Arturo Soto Munguía

Varias lecturas se desprenden de la más reciente encuesta que forma parte de la serie con que El Imparcial pretende llenar ese vacío, dejado por sociólogos, antropólogos, historiadores y otros académicos que aún nos deben un perfil bien elaborado y más o menos concluyente, de la idiosincrasia del sonorense.
Hasta hoy, los intentos más serios por arribar a conclusiones certeras sobre el perfil sociocultural del sonorense, chapotean en el lugar común: que si muy francos, honestos, abiertos y hospitalarios; beisboleros, malhablados, echados pa’delante y con cierta fascinación hacia la machaca, la carne asada y las tortillas sobaqueras, así como una marcada tendencia a comparar su entorno local con lo que genéricamente llaman ‘el otro lado’, aunque se trate sólo de Tucson.
Pero las revelaciones hechas por la encuesta de marras, indican que además de todo eso, también somos ‘muy novieros’, ya que antes de elegir la pareja con que uniría su destino hasta que la muerte los separe, el sonorense tiene un promedio de 5.6 novias.
Hay elementos para suponer que en lugar de ‘muy noviero’, el sonorense típico es más bien muy mentirosillo, ya que si nos atenemos al alto índice de divorcios y el bajo promedio de duración de los matrimonios en Sonora, la primera conclusión a la que cualquiera arriba, es que entre más se escoge, menos se coge.
De los 92 encuestados, 5 aseguraron haber tenido “¡hasta 20 novias! antes de casarse” (sic que respeta la admiración de la redacción original), pero un 10.3 por ciento, o sea, diez de esos 92 varones admitieron haber tenido una sola novia antes de elegir a la gordis con la que hoy amanecen (casi) todos los días.
El 16.1 por ciento de los encuestados, reveló haber tenido entre tres y cuatro novias antes de darle el sí a la que hoy, difícilmente pasa el más elemental análisis comparativo, respecto a aquellas tres o cuatro que le antecedieron y que, en algunos casos, acabaron casándose con el cabrón que nos caía más gordo.
Otra de las revelaciones importantes de la encuesta de marras, es aquella que nos indica el grado de mandilonismo con que navegamos los otrora bragados sonorenses, de sombrero ladeado, botas picudas, hebilla comalera y llavero de destapador, muy útiles para abrir caguamas.
Ahora resulta que el abrumador 83 por ciento de nuestros vaqueros indómitos, acompañan a sus respectivas viejas ‘al mandado’, hágame el recabrón favor.
En su descargo, habría que apuntar que la encuesta no considera como variable digna de ser tomada en cuenta, el hecho cierto de que esa abrumadora mayoría que va al ‘súper’ con la vieja, no lo hace por ayudarle a apuchar el carrito, sino como medida precautoria para que no le dejen temblando la tarjeta, so pretexto del ‘dinero electrónico’, los ‘puntos canjeables’ y el ‘redondeo’.
Por si fuera poca vergüenza para los ex portaestandartes del machismo sonorense, ahí tienen ustedes que más de la mitad de los ejemplares consultados, le pide permiso a la vieja cuando va a salir con amigos.
¡Le pide permiso a la vieja! ¡En pleno siglo XXI le pide permiso a la vieja!...
Pero si usted cree que eso es el tiro de gracia, lamento decepcionarlo. Ahí tienen que el 88 por ciento (¡El 88 por ciento!), le ayuda a la vieja a tender las camas, lavar los trastes, cambiar los pañales a los niños y barrer el patio.
O sea, eso sí ya calienta.
Ya nomás falta que en vez de unos tacos de asada y un caguamón, a los neosonorenses les gusten los baguettes, el sushi con popote y se refresquen chupando bolis.

PD rectificadora.

Hace algunas semanas, escribí una columna a propósito de una nota fechada en La Rioja, que daba cuenta del descubrimiento hecho por paleontólogos españoles en esa región, de algunos rastros que los hacen suponer la existencia, hace unos 125 millones de años, de una especie de dinosaurio nadador.
Basan sus afirmaciones en algunas evidencias, como arañazos dejados por la bestia en el fondo de lo que fue un lago. Los científicos afirman que se trataba de un antiquísimo dinosaurio de largas uñas, que podía nadar, y eventualmente dejaba las inmensas huellas de sus zancadas en el fondo lacustre o marino, vaya usted a saber.
En ese entonces, escribí, entre otras cosas:
“La comunidad científica, sin embargo, estaría más conmocionada si supiera que por acá en Mexicalpán de Las Tunas, hay evidencia suficiente de la existencia de dinosaurios, algunos que no sólo nadan de muertito, sino que los hay, júrelo, que hasta vuelan.
“Es más, a juzgar por los rastros dejados en el fondo marino por la bestia prehistórica de La Rioja, se podría deducir que se trata del antepasado más cercano a la familia de los que hoy pueblan la política nacional, señaladamente, la del PRI”.
Pues bien, la columna fue leída en La Pluma el no menos leído portal electrónico del colega y amigo Froylán Campos, por una dama que se identifica como Lara Andrés, y a la que no tengo el gusto de conocer, pero a la que no tendría empacho en incluir en el 5.6 por ciento que nos toca a cada sonorense antes de casarse.
La muchacha escribió lo siguiente:
Buenos días: Soy una española aficionada al mundo de los dinosaurios. He leído su artículo de dinosaurios nadadores y me he agradado mucho conocer más datos de dinosaurios nadadores de otros países.
Pero debo decir que he seguido los artículos que se han publicado en España y en ninguno de ellos se dice: "este lugar es, quizá, el único en el mundo donde se pueden apreciar las marcas de los dinosaurios nadando, ya que hay otros lugares en el mundo donde esta teoría se discute, pero no está perfectamente garantizado como aquí en Rioja".
Es más, yo he leído que hay datos de 5 partes en el mundo donde hay terópodos nadando, en declaraciones del investigador Félix Pérez Lorente.
Agradecería una rectificación.
Señorita Andrés, con todo respeto, si se pone a hacerle caso a lo que se escribe en El Zancudo, por Dios santo que se va a volver loca, antes de dar con nuevos rastros de dinosaurios nadadores.

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