lunes, 7 de mayo de 2007

Sin mi Chayo, no me hallo...

Nuestro colega Arturo Soto con su afinado estilo receta una sopa de su propio chocolate, al director del diario Expresso, editado en la Ciudad de Hermosillo, Sonora.
El Zancudo
(No mata, pero hace roncha

Arturo Soto Munguía

La corrupción ha alcanzado grados insospechados; ha penetrado las más blindadas fortalezas éticas; ha derrumbado valladares de moral y buenas costumbres.
Ni rezos ni oraciones; ni periodicazos ni procesiones han podido detener la penetración (y al decir esto me santiguo) del mal, que amenaza corromper a todos, incluso a los periodistas, no me lo va usted a creer.
Resulta que por una corta feria, cualquier diputado puede comprar los servicios del periodista que más le convenga, para los fines que más le convengan y que por lo regular, tienen que ver con seguir mamando del presupuesto, para seguir corrompiendo periodistas y así hasta el infinito.
Ora sí que como dijo Cantinflas: no se desconfía de nadie, pero se sospecha de todos.
Incluidos nosotros, colegas y colegos, y usted mismo, sospechoso lector, poco confiable lectora.
Viene a cuento lo anterior, después de encontrar en las páginas del periódico Expreso, un reportaje muy poco revelador, pero muy escandalosamente desplegado a ocho columnas en primera plana, sobre lo que frescamente resumen así: Corrompen a periodistas. Usan diputados el dinero que pagan sonorenses en sus impuestos.
Les dan dinero bajo el concepto de cobertura informativa, algo inaceptable por ética.
Y de ahí pa’l Real.
“Los pagos que se consideran correctos éticamente son por conceptos de publicidad y suscripciones. Pero darle dinero a un periodista o medio por cubrir información es considerado un procedimiento para corromper”, dice el reportero que firma la nota, citando como fuente, para llegar a esa conclusión, los códigos de ética periodística en el mundo (sic).
Y sin averiguar mucho, reproducen una lista de periodistas locales que han recibido pagos que van de los mil quinientos a los 20 mil pesos, por parte de las fracciones parlamentarias del PRI y del PRD.
La bancada del PAN también paga a periodistas, pero su coordinador, Florencio Díaz Armenta, prefirió mantener en secreto su lista.
En el periódico Expreso, parecen partir de que el único medio que puede vender suscripciones y publicidad, son ellos (y El Imparcial –que no es lo mismo pero es igual-); luego entonces, todos los que aparecen en la lista son corruptos.
No hay defensa, no hay escape.
La lectura obtenida mediante una lógica tan implacable es, obligadamente, implacable: si usted ve que un periodista habla bien de un diputado, no le crea: el diputado le pagó por ello. Si usted ve que un periodista cuestiona a un diputado, tampoco le crea: el diputado no quiso pagarle lo que el periodista le pedía por hablar bien de él.
Usted y yo sabemos, por supuesto, que esas cosas no suceden (¿qué qué quééééééé?), pero hay casos excepcionales, que podrían servir para ilustrar el efecto de eso que el buen Ismael Mercado definió como Chayote Polaroid (porque luego-luego se ve que es Chayote, según el propio Ismael, que acuñó la definición cuando no existían las cámaras digitales).
Antes de referirnos a eso, vale decir que en el reportaje del periódico Expreso, lo que encontramos, más que un afán de transparencia, es un descontón a lo que en su lógica temible de monopolizadores del Chayote, suelen considerar ‘competencia desleal’, es decir, algunos medios impresos y electrónicos que no venden suscripciones ni publicidad, sino ‘cobertura informativa’, lo cual es condenable por ‘los códigos de ética periodística en el mundo’.
¿Cómo puede el lector, el ciudadano común darse cuenta cuando un periodista se corrompe; a cuánto asciende su precio?
Es difícil precisarlo porque la transparencia no da para tanto; pero a cualquier lector de periódicos le resultaría sencillo deducir que, en un golpe de timón a la línea editorial de un medio, podría encontrar aproximaciones a la verdad, por lo menos.
Va un ejemplo:
El 18 de abril, un periodista escribió, a propósito de los diputados:
“Así que ahora tienen toooodo el merecimiento del mundo para aventar el trabajo, olvidarse de él e irse aMérida a descansar de tooooodas las vacaciones que llevan desde el 15 de septiembre. Y los priistas, a un rancho para “reagruparse”.
El 20 de abril, escribió: Este tema es algo que los señores legisladores deberán analizar con mucha calma (no se rían, en serio que a veces sí leen, sobre todo después de unas merecidísimas vacaciones, como las que se acaban de recetar.
El 25 de abril escribió: Hagan lo hagan, con reglamento o sin él, los señores diputados locales parecen no tener remedio. Su trabajo no es tomado en serio por ellos, lo cual no es una novedad, aunque se esperaba que todo cambiara porque decían que ahora sí veríamos diputados de verdad. Oh, sorpresa. Los señores legisladores siguen rompiendo sus records de faltas y ayer fueron tres los que nomás no se presentaron al salón de plenos.
Y el 4 de mayo, escribió, refiriéndose a los mismos diputados:
Lo mejor fue que todos estaban muy bien preparados, son inteligentes, tienen posturas muy claras. Eso es una excelente noticia para los sonorenses.
El encuentro fue de alto nivel. Los cuatro coordinadores presentes (solamente faltó el petista Mónico Castillo) expusieron sus posiciones de una forma clara y directa
Al margen de lo que pensemos sobre quién de ellos está en la posición correcta o incorrecta, fue agradable comprobar el alto nivel de debate que tienen en el Congreso
Eso sí es política moderna. Bien por todos ellos.
A ver, lector, lectora, ¿cómo se explicarían un viraje tan radical en las impresiones que sobre los diputados tiene un periodista, bajo esa lógica implacable según la cual, todos somos sospechosos?
Definitivamente la respuesta, no menos implacable, sería: sonó la registradora en el Expreso.
¡Pos a webo!
Sobre todo, si consideramos que el ‘debate de alto nivel’ sobre el que literalmente se vacía en elogios el señor Holguín, en realidad fue un encuentro donde los coordinadores parlamentarios se lucieron con discursos abigarrados e ininteligibles, o con frases tan profundas como “La quieren peladita y en la boca”.
Si en las páginas de Expreso, los diputados se acuestan mediocres y amanecen héroes, sólo se puede deducir dos cosas:
a).- Los diputados les pagaron para que hablaran bien de ellos.
b).- El señor Holguín amarró un buen convenio para venderles suscripciones y publicidad, que es lo único que permite vender su código de ética.
Porque si eso, lector, es un debate de alto nivel, y ejemplo de ‘política moderna’, preparémonos para lo peor.

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