domingo, 29 de abril de 2007

Día del Niño y los Diputados



Periodismo de la Frontera.-
Los Diputados de Sonora, México, vecinos de Baja California, enseñaron el cobre al regatear un reconocimiento económico a los niños más descatados en el nivel académico el Estado sonorense; Arturo Soto, periodistas de Sonora,radicado en Hermosillo, Sonora escribe: "No es la primera vez que los legisladores exhiben el cobre de sus miserias, y al defenderse, sus argumentos acaban por hundirlos más en el descrédito".

El Zancudo (No mata, pero hace roncha)

Arturo Soto Munguía

Lecciones para no ser como uno mismo


Para que los niños sepan que eso de trabajar como diputado no sólo es una chinga, sino que además es irredituable, los legisladores locales eliminaron el estímulo económico que desde hace diez años se entregaba a los pequeños que en la víspera de su día, es decir, el Día del niño, son electos diputados por un ratito.
El razonamiento de los legisladores es impecable: no vaya a ser que piensen, los niños, que nuestro interés es el dinero, o que el principal atractivo de la política es la cantidad de cosas que se pueden comprar, con una lana que se agarra sin sudar mucho la camiseta ni quemarse mucho las pestañas.
Los titulares de esas curules, se negaron a donar un día de su dieta a los 33 pequeños estudiantes para darles una lección ejemplar, evitando así que por sus candorosas cabecitas pasara la peregrina idea de que el Congreso es la vía más rápida y expedita para tirar el piojo.
Sería un pésimo mensaje para los niños y jóvenes, arguyeron los diputados locales, hacerles creer que legislar consiste sólo en ir a apoltronarse un par de horas al día, tomar café con galletas, tirarse un rollo frijolero y echarse a la bolsa, nada más por ello, dos mil pesillos cada día, por lo menos.
Con el agregado de que esos dos mil pesillos diarios también pueden cobrarse en cualquier cajero automático, de cualquier parte del país donde el legislador ande turisteando, cuando debería estar en las sesiones, como Fernando Morales Flores.
Imagínense además, lector, lectora, la equivocada idea que los pequeñines tendrían de los diputados, si se les diera a ganar dos mil pesos por un ratito de chamba.
De acuerdo con los argumentos de varios legisladores, el mejor estímulo que pueden recibir esos pequeños, en lugar del dinero, es inflamar su corazón con el patriotismo que desborda las paredes del edificio de Tehuantepec y Pedro Moreno, cada vez que sesiona el pleno o las comisiones.
¿El dinero? El dinero sólo corrompe y pervierte, y más si es dinero fácil y abundante, a cuyos encantos sólo pueden resistirse aquellos que se han templado en la honestidad a toda prueba, y que de ninguna manera se aprovecharían de su posición para hacer algo que perjudique el sagrado interés de la nación.
Como ellos, pues: superhéroes de la transparencia, campeones de la honestidad, titanes de la democracia, devotos de la honrada medianía, fundamentalistas de la legalidad, cruzados del deber, guerreros de las causas justas.
Eso es lo que, en todo caso, deberían aprender a ser los niños que llegaron al Congreso, después de haberse esforzado durante un año en su escuela, destacando por méritos propios y ganándose el derecho a simbolizar con su presencia en el Congreso, la voz de una generación que comienza a preguntarse cosas.
Estimularlos con unos billetes, sería sugerir que el esfuerzo debe premiarse, lo que parece poco usual en un lugar donde la excepción es el trabajo, y la regla es premiar la mediocridad y el gandallismo.
No es la primera vez que los legisladores exhiben el cobre de sus miserias, y al defenderse, sus argumentos acaban por hundirlos más en el descrédito.
Sucedió igual con el desaparecido Premio Estatal de Periodismo, al que la pasada legislatura enterró accidentadamente, ahorrándose varias decenas de miles de pesos, que en manos de los periodistas son indicios de corrupción, pero en manos de los diputados son recursos ejercidos responsablemente.
¿Qué pensarían los niños si supieran que esos dos mil pesos que les negaron ‘para que no se vayan a malacostumbrar’, los diputados se los pasan por el buche en la más modestita de sus francachelas, en el más fugaz de sus tarjetazos, en la más magra cena con el relingo en turno?
Por alguna razón, los diputados locales se asemejan al Consejo de Ancianos de los cangrejos de la fábula, que decidieron enseñar a los cangrejitos a caminar para adelante, algo que jamás consiguieron por la sencilla razón de que los pequeños animalitos siempre vieron a sus mayores caminando hacia atrás.
¿Cómo podrían entonces los diputados, dar lecciones de vida a los más jóvenes, siendo como son en su mayoría, partícipes del atraco, teóricos de lo ambiguo, escapistas de sus propios berenjenales, amantes del hubiera, apasionados del columpio, santurrones de carne débil, aprendices de verdugo, especialistas de la nada, escuderos del engaño, malabaristas del discurso, protegidos de la charola, cruzados de la virtud pública y resumidero de los vicios privados?
A finales de la década pasada, el diputado Juan Manuel Ávila Félix, del PRD, concibió y dio curso a la idea de hacer algo para resarcir la muy deteriorada imagen que a los ojos de la sociedad, tiene el Congreso en lo general, y los diputados en particular.
Y entonces nació el evento anual titulado Diputado Infantil por un Día.
La idea es buena, porque dirige el trabajo de información y concientización hacia las nuevas generaciones, habida cuenta que entre los mayores se encuentra muy arraigada la idea de que el Poder Legislativo es, por decir lo menos, una cueva de ladrones.
Pero somos un chingo y por lo visto, seremos más, quienes estamos convencidos de que el ejercicio legislativo se ha significado más por sus escándalos y desaciertos, que por la vocación por la democracia y el respeto a la ciudadanía.
Quizá por eso, cuando los diputados escamotearon una lanita a los pequeños que ocuparon por un rato su curul, argumentando que no querían inculcar en ellos una idea equivocada del ejercicio legislativo, algunos nomás recordamos el recuento de barbaridades que han signado el quehacer de esos legisladores.

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